¿Miel o azúcar para el niño?



A partir del año, muchas mamás se preguntan si pueden endulzar alimentos con azúcar o miel. Veamos cuándo introducir estos alimentos en la dieta del pequeño y de qué forma.

¿Miel o azúcar? 

Es una pregunta que muchas mamás se hacen a la hora de endulzar los alimentos a partir del primer año del bebé. Antes, los pediatras no recomiendan añadir ningún tipo de endulzante en la alimentación del bebé. 

Aun así, es importante recordar que tanto el azúcar como la miel son alimentos dulces, cuyo consumo siempre es conveniente reducir al mínimo, para no inducir preferencias que podrían traducirse en un consumo excesivo, difícil de controlar en el crecimiento. Dicho esto, a la hora de comparar el azúcar y la miel, siempre hay que tener presente, sobre todo, la edad del niño al que se las ofrecemos.

  • No es recomendable introducir la miel en la alimentación del niño antes de los dos años y, aunque el azúcar sí se puede introducir antes, nunca hay que olvidar que el consumo de endulzantes debe ser muy moderado. 
  • A partir de los dos años, es cierto que se puede sustituir el azúcar por la miel. Esta última, además de azúcares (glucosa y fructosa), contiene pequeñas cantidades de distintas sustancias beneficiosas para el organismo: minerales (potasio, hierro, calcio, fósforo, magnesio y cobre), algunas vitaminas (en particular, las del grupo B) y una cierta cantidad de enzimas y de factores antioxidantes útiles para combatir la acción de los radicales libres.
  • Si nos ceñimos al período de la introducción de alimentos distintos a la leche, la alimentación complementaria, además de los beneficios de la miel, también se deben tener presentes algunos de los riesgos que comporta, que se atenúan conforme el niño va creciendo. Hace años que se sabe que, a través de la miel, se pueden introducir en el organismo esporas de botulina (bacteria capaz de producir una toxina peligrosa). En un organismo adulto, o en el de un niño que ya ha alcanzado la plena funcionalidad digestiva (después del primer año), esto no crea problemas, porque las esporas son destruidas por los jugos gástricos y, en cualquier caso, no encuentran en el intestino un ambiente adecuado para proliferar. Por el contrario, pueden sobrevivir en el aparato digestivo de un bebé pequeño y, una vez en el intestino, pueden germinar y desarrollar mínimas cantidades de la toxina, con los consiguientes trastornos que esto comporta, como es la infección botulínica.

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