Qué siente tu hijo dentro de ti

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Hay algo que no suele fallar y es la intuición materna: antes de que la ciencia lo confirmara, muchas gestantes habían sentido que se comunicaban con el hijo que llevaban dentro, que este respondía a sus llamadas de atención, que en algunos momentos se mostraba más excitado que en otros... Afortunadamente, las investigaciones sobre el psiquismo fetal están avanzando, y empezamos a saber más sobre esos grandes desconocidos que eran el cerebro y las emociones del feto.

Un cerebro muy madrugador
Al igual que pasa con otros órganos decisivos, el cerebro del niño empieza a desarrollarse muy temprano en el vientre materno. Así, entre 7 y 14 días tras la fecundación ya hay un esbozo del mismo, y en la sexta semana de gestación las vesículas, a partir de las cuales se formarán el cerebro y sus estructuras, ya están cerradas. En su primera semana de vida, el embrión muestra tres capas celulares diferenciadas: el ectodermo (que formará el sistema nervioso y la piel), el mesodermo (del que se derivan los músculos y el esqueleto) y el endodermo (que dará lugar al sistema digestivo). Del ectodermo partirán la médula espinal y el cerebro, que concluirá su maduración después del nacimiento. Desde el punto de vista neurológico, el feto tiene dos actividades: motora y funcional (tiene que ver con el movimiento y el funcionamiento de los órganos) y sensitiva (afectos y sentimientos), pero sabemos más de la primera.
Durante el periodo fetal, en el cerebro del niño se forman 250.000 neuronas por minuto. De ellas, el 70 por ciento se ubica en la corteza cerebral, y otras forman parte de subsistemas diversos que controlarán luego las percepciones, el lenguaje, el pensamiento...

¿Pueden estar tristes?
Según algunos estudios, a partir del cuarto mes de gestación los bebés muestran en el útero materno reacciones emocionales muy similares a las de los recién nacidos. Así, en las ecografías se han podido captar incluso expresiones de tristeza en la cara. En una observación hecha sobre gemelos, investigadores italianos constataron que antes de nacer se tocaban las manos, ponían sus caritas juntas, y siempre había un gemelo que tomaba más la iniciativa que el otro. Pues bien, después del nacimiento, este comportamiento se mantuvo, y el más afectuoso seguía siéndolo, lo que confirma que el temperamento y el carácter ya se vislumbran desde la etapa prenatal.


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