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Adquirir buenos hábitos de alimentación es una de las tareas más difíciles del ser humano y que, además, es primordial para el desarrollo mental, la formación de músculos y huesos fuertes, y para crear defensas necesarias en la lucha contra los virus y enfermedades. De tal forma que construir rutinas sanas de alimentación es un objetivo que debe iniciarse desde el nacimiento. Las rutinas hacen parte de un principio de organización mental, que habrá de incluirse mediante esquemas que le permitan al niño entender y aprender, que existe un momento y un espacio para cada actividad y que todas tiene un valor, un objetivo y son necesarias en su crecimiento, explica María Martínez, psicóloga clínica.
El mejor alimento
Hasta el momento, la ciencia sigue sosteniendo que la leche materna es el mejor alimento posible creado por la naturaleza y que debe suministrarse, de manera exclusiva, durante los primeros seis meses de vida, ya que contiene todos los nutrientes, defensas y vitaminas que el bebé requiere. Luego, se va complementando, paulatinamente, con diversos alimentos, iniciando con papillas de frutas dulces, según las indicaciones del pediatra.
Al respecto, los expertos difieren un poco en cómo establecer los horarios para alimentar al bebé, una de las primeras rutinas que se crean con el niño. El pediatra Jairo Fernando Charry Sedano dice: “la premisa universal es que sea a libre demanda”. Sin embargo, si se le acostumbra a amamantarlo en un tiempo menor a las dos horas, “puede provocar que los senos de la madre solo tengan entre una o menos de una hora para cargarlos de leche, pero si se hace pasadas las 4 horas se corre el riesgo de que el niño tienda a formar una hipoglicemia, o se le dificulte la succión”, indica Charry.
Entonces, sugiere el doctor, que esa alimentación se dé cada dos horas, por lo menos, durante las primeras 3 semanas de vida del bebé. Ahora bien, la fórmula la va dictando el conocimiento de cada madre con su hijo. Así, ella empezará a ver que el bebé le pide más y más seguido o, por el contrario, duerme más y come menos, con lo que cada relación tiene su propia rutina; por supuesto, conservando las proporciones que el médico le indique.
Ahora, no se puede olvidar que el horario es vital, porque organiza los procesos biológicos en todo lo relacionado con el sistema gastrointestinal y nutricional, y va educando el organismo en muchas de sus funciones. Por otro lado, ese tipo de horarios que se establecen entre ellos, de manera progresiva, les servirán para ir “invirtiendo el horario que muchos recién nacidos tienen de dormir muy bien en el día y comer más frecuentemente de noche.
“La rutina debe ser un poquito más apegada a la letra después de los dos o tres meses cuando ya, incluso, duermen más de 5 horas en la noche y sin comer, lo cual no es un problema, pues el sueño es también una forma de alimento, y trae beneficios para la madre y la familia”, sostiene Charry Sedano.
Complementando
Ya hemos hablado de la primera etapa en la alimentación del lactante, y la segunda etapa inicia a los 6 meses cuando se comienzan a incorporar los alimentos sólidos, pero sin dejar de suministrar la leche materna que, aunque sigue con sus nutrientes, puede variar en calidad según la alimentación que reciba la madre.
Aparte del aporte nutricional que traen esas primeras comidas, como la manzana, el banano, la pera, la granadilla, el albaricoque, el melón o el durazno, entre otras, que se consideran como frutas dulces, el contacto con alimentos sólidos le sirve al bebé como entrenamiento para la deglución.
“Así, el manejo de las texturas y el uso de la cuchara van facilitando el inicio de la alimentación complementaria. Todo este proceso debe ir acompañado siempre de la guía del pediatra y bajo un seguimiento de la madre o de quien esté a cargo del niño, para observar su aceptación o rechazo a dichas frutas”, recomienda Charry.La forma de suministrar estos primeros alimentos es en presentación de papillas y puré, se trituran o maceran las frutas al natural y se cocinan de forma casera. Este es también el momento propicio para instituir horarios, como las medias nueves (9 a 10 a.m.) y las onces (3 a 4 p.m.) y, obviamente, continuar el proceso de lactancia.
Algunos nutricionistas dicen que si el bebé extraña el sabor de la fruta se puede mezclar con la leche materna para que se acostumbre y, poco a poco, dejar solo la papilla en el lugar de una comida reemplazando un tetero.
También puede darle algunos alimentos comerciales, especialmente creados para los niños en esta etapa, eso sí, verificando que no contengan sal ni sustancias químicas. La mayoría vienen listos para servir, en recipientes de porciones calculadas para el bebé. Evite ingredientes como azúcar o miel de maíz, sal, fécula modificada, grasa y colorantes artificiales o preservativos.
En este punto es importante decir que el agua puede ofrecerse como una opción para refrescar al bebé desde que ya consume alimentos sólidos, sobre todo cuando los niños son de climas cálidos o cambian temporalmente de ciudad. Esa agua debe ser hervida en el caso de no contar con agua potable, sin adición de azúcar, miel, saborizante, edulcorante o gas. Puede darle a beber entre 20 a 50 ml, de 2 a 3 veces al día, separándola de la leche.
Más nutrientes
Entre los 6 y 9 meses el niño ya debe estar consumiendo todas las frutas dulces; las ácidas, como naranja, mora, piña, kiwi o maracuyá, y algunas verduras, como calabaza, cebolla, espinaca, auyama. Puede recibir una porción al día de carne de ternera, res o pollo, del tamaño de la palma de la mano del bebé, cuya comida se entiende como el almuerzo.
Es clave, dicen los pediatras, que la madre identifique el comportamiento del bebé frente al consumo de los alimentos, para que detecte cuáles pueden generarle intolerancia o alergia, y cuáles, definitivamente, son de su preferencia.De otra parte, recomiendan no obligar a los niños a comer, pues pueden asociar ese momento y la comida misma a un estado desagradable. Lo que debe hacerse es intercalar los alimentos, dejando pasar un tiempo y volver a intentar con aquelque rechazó.
El pescado y huevo son los últimos, entre el 10 meses y el año. Antes de introducir alimentos como algunas legumbres, ciertos frutos ácidos y, por supuesto, el huevo y el pescado, las madres deben conocer si existen antecedentes familiares de intolerancia y consultar con el médico sobre el momento oportuno para que ingresen a la dieta del niño.
La época del desgano
Sobre los 2 años de edad, el proceso de crecimiento se vuelve menos rápido y el apetito disminuye y, por esto, su organismo ya no demanda tantas calorías. También pueden presentar descompensación en las cantidades que consumen por comida. Así, en el almuerzo, por ejemplo, el niño puede consumir una cantidad mayor a la de costumbre, y comer menos o no recibirla.
Esto es una situación completamente normal y no debe ser causa de alarma, pero sí consultar con el pediatra, que es quien mide las cantidades de calorías totales diarias, y si son las correctas y se observa una ganancia de peso acorde con la edad y talla todo marcha bien. En esta edad se forman las bases nutricionales para el futuro alimenticio de la persona, pues ya el niño va expresando sus gustos y preferencias, e imitando el comportamiento del adulto, por lo que ese pequeño comerá lo que ve que come su familia. Por esto las verduras y frutas no deben faltar en la mesa.
Tomado de: http://www.abcdelbebe.com
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